Cómo cansa a veces la huella de los pasos sin pisada,
el hedor de la sombra enaltecida,
el eco de la voz metalizada,
la cháchara indolente del perpetuo adolescente,
la industria que alimenta nuestro ego,
la vanidad hecha cirujía,
el Frankenstein normalizado,
la eterna juventud de los cadáveres que somos…
Somos masa consumista, adictos compulsivos,
yoes intoxicados con la carroña de los media
que alimentan publicistas y mercaderes
putrefactos.
Somos máscaras grotescas, absurdos encarnados,
esperpentos engalanados con
la sonrisa del payaso enloquecido.
Somos cáscaras vacías,
enajenada civilización en descomposición
que asfixia con sus olores y estertores
el beso de la luz
y que ahoga con sus diarreas y purines
la belleza de la flor enamorada.
