La bendición del pan

Antiguamente se bendecían los alimentos en la mesa del pobre.
Pobre era el que sabía lo que era el HAMBRE.
Antiguamente (casi) todos sabían…

Solo se puede bendecir lo a la vez indispensable y precario.
Por eso bendecían, con fe y devoción.

Los alimentos tenían el poder de CONVOCAR,
a la familia y a la tribu:
precarios fragmentos del mundo,
semillas de soles y lluvias,
hilos evanescentes con que prolongar -una jornada más-
el trabajo de las moiras.

Mujeres y hombres se recogían –se recogían– en acción de gracias por la comida,
único sustento -y por eso sagrado-,
único garante de sueños y posibilidades -y por eso divino-.

Así fue -de una u otra forma- en todas las épocas, en todos los territorios, en todas las cosmogonías.

Un día, en el ocaso, la acción de gracias se convirtió
en metáfora, en rito, en imposición, en dogma, en opresión, en blasfemia.

Un día, dejamos de creer… y la fe se convirtió en objeto de consumo.

Un día, el pan, el vino, el vegetal, la carne… se convirtieron en mercancía.

Un día, la comida mecanizada, triturada, deformada, procesada, industrializada, envasada, mercantilizada, devino vicio, enfermedad, trivialidad, capricho, degradación, vulgaridad, arte, psicopatía, espectáculo, basura.

Mientras, para otros, en los sures, era esclavitud que despojaba de futuro para alimentar el presente de los nortes.

Mientras, para otros era una gracia que concedía, cuando estaba de humor, algún dios occidental.

Mientras, para otros, era sobras, desperdicio, resto, desechos, mierda… por la que maldecir a los vivos y a los muertos.

Cuándo, cuándo, cuándo recuperaremos el sentido de la pérdida, del sacrificio, de las bendiciones del pan nuestro de cada día?

Cuándo, cuándo, cuándo honraremos -con la palabra y con el gesto- la tierra que nos nutre,
salvaremos al animal al que arrancamos el corazón para devorarlo,
o reconoceremos -de verdad- en acción de gracias su sacrificio -de verdad-
para nuestra subsistencia -y solo por y para ella-?

Y, sobre todo, cuándo, cuándo, cuándo recuperaremos la sacralidad del alimento que nos da vida
a costa de sí mismo?
Y cuándo lo compartiremos -con equidad-, como primer mandamiento de una religión por llegar…
que se gestó en el principio de los tiempos?

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