Unos niños juegan.
Juegan. En torno a ellos, dos perros, un árbol, un pequeño prado.
Juegan. Bailan las hojas al son de la brisa.
Juegan. Nubes en el cielo de un atardecer de verano.
De pronto, se asoma una página de periódico y, a lo lejos, se escucha una radio… un murmullo apagado -como un remordimiento- de las cosas del mundo.
Juegan. Pero -al fondo- el dolor, el sufrimiento, la injusticia, el hambre… perduran.
Ajenos a todo, juegan. Sus risas eternas llenan el aire.
El mundo es perfecto.
Ahora.
Aquí.
Mientras, se acerca el crepúsculo…