He aprendido a desaprenderme

He aprendido a desaprenderme,
a dejarme en un rincón del camino,
a abandonarme sin nostalgias
ni remordimientos.

He dejado mi piel reposar sobre sus huesos
mientras envejecía -plácida o sufriente-
y se arrugaba bajo el peso de los días,
convertida en paisaje de sí misma.

He depositado los sueños en el estante de los cuentos infantiles
donde anidan las ilusiones de los ilusos.
Y, sin embargo, no he dejado de soñar…

He renunciado a la gloria y a los poderes -también a las miserias- de un mundo
que no es mío ni de nadie.
Y, sin embargo, no he dejado de esperar… sin esperar.

He transitado todos los caminos
para encontrarme allí donde se pierden,
en el fondo del bosque, en lo más intrincado de la fronda.

Allí, en lo secreto, al fin me he desnudado, desprovisto de mí mismo,
libre tras perderme,
solo corazón que alienta
eternamente
la vida que nos lleva

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