Chicas y chicos para siempre…

Ser “chico”/“chica” es el nuevo patrón oro de la edad perfecta, de la edad ideal, de la única edad admisible; en el fondo, de una no-edad, de una eternidad a la que nos condenamos -o nos condenan-. Así lo dicta la dictadura de los mass media: cine, televisión, publicidad… nos ofrecen el canon al que toda persona -para ser persona- debe ajustarse, si quiere seguir saliendo en la foto.

Todos somos chicos y chicas. Los profesores llaman a sus alumnos “chicos” desde que entran en el jardín de infancia. Las abuelas llaman “chicas” a las vecinas y amigas de su misma edad. Vivimos en medio de una chiquillería bulliciosa y chispeante…

Niñas y niños deben ser chicas y chicos cuanto antes. Hay que vestirlos, peinarlos, tratarlos como tales, con todo lo que ello implica de adjudicación de ‘roles’ de género. Y, si no se comportan como chicos y como chicas, es que -con lógica aplastante- “no saben comportarse”, y enseguida se vuelven hiperactivos, y entonces… ya podemos medicarlos para que se comporten… como los buenos ‘chicos’.

Las personas mayores también deben ser chicos y chicas, y actuar con completa autonomía, viajar, tener hobbies y amigos con los que entretenerse. Si no se comportan, si tienen achaques, si padecen soledad, si se quejan… entonces es que están deprimidos y hay que darles pastillas para la depresión, para el dolor, para dormir, para no molestar. Y, claro, hay que meterlos en una residencia, porque no podemos estar pendientes de ellos las veinticuatro horas del día.

Y así, este mundo sin edad se vuelve cada vez más ‘chico’, más diminuto, más asfixiante, más insoportable…

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